El acoso científico-mediático

¡Saludos, mis lectores!

Hoy me decido a retomar un poco este cuaderno de bitácora de mi vida para hablar del tema más famoso de nuestros tiempos: la crisis del covid-19.

En primer lugar, os advierto de que mi opinión probablemente no será del gusto de todos y ni mucho menos será popular, ya que como persona racional y científica que soy, voy a basarme al 100% en la ciencia y en los hechos probados, además de mi propia experiencia personal. Aquí no encontraréis teorías de la conspiración ni tampoco encontraréis un “dije que pasaría esto”.

Hecha esta advertencia, si todavía os interesa esta columna de opinión improvisada, os animo a seguir adelante e incluso a que dejéis vuestras impresiones, apuntes y correcciones en la zona de comentarios.

¡Bien! Vamos a situarnos. Soy ciudadano español, como muchos ya sabéis. Concretamente, de la comunidad autónoma de Catalunya, en la que nací y he vivido prácticamente toda mi vida (32 de mis 34 años, para ser más precisos). Seguramente ya lo sabréis, pero este país, al igual que la mayoría, se está viendo afectado por los estragos de una mutación del virus de la gripe a la que se ha denominado covid-19, y que fue detectado a finales del año pasado en Wuhan, la capital más poblada de la zona central de la República Popular China.

Pues bien, llevamos varias semanas en las que en este país nos ha dado por ir contabilizando cada día los casos de presunto contagio y los casos de presunta muerte por la susodicha enfermedad. Aquí tal vez me tacharéis de insensible, pero el caso es que yo todavía no le veo mucho sentido a este «ranking» mundial de contagios, ingresos y muertes. Pero ese no es el problema.

El problema, y llegamos ahora al meollo de la cuestión, es que el peligro del covid-19 se ha convertido en el arma perfecta socio-política. Por él, vemos como los gobiernos y la oposición se baten en duelo perpetuo por el cetro dorado del trono. Por él, vemos cómo autonomías se pelean por sus clásicas y ya aburridas rencillas, con renovado vigor. Y por él, podemos ver cómo la ciudadanía se ha visto precipitada a una reclusión a modo de confinamiento.

Es interesante apuntar cómo se llega a esta situación. Pues bien, cuando se empieza a hablar del «coronavirus», que para la mayoría era algo nuevo, a pesar de que sea un virus al que la humanidad ha estado expuesta desde hace mucho, mucho tiempo, todo son miradas de reojo hacia China. Ya en sus primeros números de contagios y muertes, por supuesto la gente empieza a señalar a los presuntos culpables. Y como de costumbre, sin la más remota evidencia que demuestre autoría alguna. Se escuchan cosas como «esto es un virus creado en un laboratorio de los Estados Unidos de América para hundir a China, ya que para los estadounidenses esta una amenaza tecnológica y económica». El clásico argumento anti-capitalista. También se escucha el «esto es un virus creado por el gobierno tiránico de China, para dar una lección al mundo». El clásico argumento anti-comunista. Y como no podría ser de otro modo, se escucha también el «todo esto es un plan de las farmacéuticas, que crean ellos mismos las enfermedades y luego venden las curas para ganar millones y millones de dólares». El clásico argumento «conspiranoico». Pero la cosa se pone realmente tensa cuando empiezan los brotes en Europa, especialmente en Italia. Los recuentos ahora están más cerca y tanto gobiernos como gobernados empiezan a actuar de distintas formas. Algunos países empiezan a restringir vuelos y a cerrar fronteras. Incluso se habla de confinamientos y otras medidas. Por supuesto, la Organización Mundial de la Salud y otras entidades de peso relacionadas con el ámbito sanitario, empiezan a recomendar a los países que tomen medidas severas para protegerse de la epidemia (por entonces epidemia, aunque aclaro que el término «pandemia» es muy subjetivo y todavía no tengo claro si podemos usarlo o no con los números y la demografía que tenemos).

Aquí empiezan los primeros enfrentamientos. Haciendo «zoom» en España de nuevo, el gobierno se niega a tomar medidas serias y los medios de comunicación con más audiencia, esos que mastican la información deformándola hacia su sesgo, y encarrilándola cuesta abajo hacia el público que prefiere que le llegue la “información” muy procesada, en lugar de analizar o filtrar mínimamente las fuentes y los mensajeros, empieza a emitir noticias a cuál más sensacionalista y carente de rigor. Por supuesto, los principales opositores al gobierno, empiezan a denunciar la falta de medidas. Por su contra, el gobierno se niega a tomar medidas severas quitándole importancia a la amenaza en ciernes. Algunos medios empiezan a utilizar el terror en el «prime time» y la gente empieza a apretar el gatillo en las redes sociales. Así empieza la auténtica pandemia que está asolando no sólo este país sino prácticamente todo el mundo: la desinformación.

De todos es conocida la primera reacción, casi cavernícola, por parte de la población. Acabar con las reservas en los supermercados de una serie de productos. El más famoso, el papel higiénico, una auténtica «rara avis» durante varios días. Por supuesto, las televisiones sirvieron debates a todas horas, con toda clase de «expertos». Algunos afirmando que el covid-19 era una gripe normal y corriente. Otros, mostrando alarma y preocupación dada la cantidad de contagios y muertes, que poco a poco empiezan a crecer. Paulatinamente al principio, exponencialmente más tarde. La curva típica de un contagio global. Es muy importante el papel titular de los medios en esta etapa, a primeros de este mes de marzo, cuando se empiezan a levantar los marcadores de contagios y muertes y la gente los va siguiendo hora a hora. El caso es que en ningún momento ha faltado aprovisionamiento en los supermercados. Pero de vez en cuando todavía hay algún brote psicótico y alguien arrasa con determinados productos. Lo gracioso es ver las estadísticas de productos más vendidos. Hace diez días era el papel higiénico y el jabón desinfectante de manos. Hoy es la cerveza y el detergente para lavadoras. Los números nunca mienten…

Los primeros días, algunos tratamos de contener el pánico de nuestros allegados. Gran parte de mi familia tiene profesión en el gremio sanitario y, para mal o para bien, eso hace que tengan una radiografía de la situación. Mi novia mismo trabaja en una unidad repleta de pacientes que han dado positivo a la prueba del covid-19. Y es que los primeros días de pánico, el sistema sanitario colapsó. Esto viene a ser que para el día en que se declara oficialmente la pandemia, ya escasea el equipo y las medidas de contención mínimas para una amenaza vírica. Por supuesto, el hecho de trabajar en el gremio sanitario no sirve para que la gente te haga caso. Tampoco sirve de nada aportar datos reales y de fuentes mucho más fiables que las que circulan libremente por las redes sociales. Nada detiene la desinformación y ésta poco a poco se va merendando el país. Aquí tanto yo como algunas de mis amistades empezamos a renunciar a hablar con la gente sobre el tema, viendo brotar nerviosismo, miedo e incluso agresividad cada vez que se aborda el tema. Decidimos simplemente seguir con nuestro día a día mientras todo esto va pasando.

Es entonces cuando, en un alarde de decisiones a cual más desacertada, el gobierno empieza a tomar cartas en el asunto. De la noche a la mañana, pasan de permitir y promover concentraciones masivas de gente a prohibir las reuniones en las calles. Una de las primeras medidas fue mandar a todos los niños a sus casas, suspendiendo las clases. Curiosa cuanto menos la decisión, ya que lo primero que se supo a ciencia cierta del virus es que es especialmente letal en la población anciana y que los niños son un importante foco de propagación (como lo son de cualquier otra enfermedad). Así que la decisión en sí fue dejar a los niños al cuidado de los abuelos, ya que los padres y madres seguían trabajando. Bravo. Pero al poco tiempo, se dio orden de cesar la actividad productiva de muchos sectores. Y finalmente, se ordenó el confinamiento. Y así llegamos a hoy, al día número 12 del confinamiento, según cómputo del gobierno. Algunos, por nuestro sector laboral, hemos podido continuar con exactamente el mismo horario y ritmo de actividad. Otros, por desgracia, se han visto obligados a dejar de trabajar. Y por último, los más desafortunados se han quedado sin trabajo debido a cierres de negocios y a las empresas que, algunas por necesidad y otras por simple oportunismo, han reducido su plantilla mediante ERES y ERTES. También se ha mandado a casa a todo aquél que tenga síntomas relacionados con el virus. Pero la auténtica afición está en la política. Lo importante para la gente no es si las medidas del gobierno han sido acertadas o no, en su volumen y en su momento. Tampoco es el alcance real ni la letalidad ni la demografía del virus, lo que interesa. Lo que a la gente realmente le importa es qué se cuece en las autonomías vecinas, en los países vecinos, y cómo avanza el programa político de sus amados líderes.

Es asombrosa la facilidad con que simplemente se ha renunciado a una cantidad enorme de libertades y cómo el «hashtag» #quedateentuputacasa es la respuesta para todo. Llegados aquí, no voy a entrar en lo que dice la ciencia sobre el virus. Eso lo voy a dejar para el final. Por ahora quiero hacer hincapié en nuestra situación: no podemos salir de casa salvo para ciertas cosas como son ir al trabajo (el que lo conserva, su empresa no ha cesado la actividad y no hace uso del «teletrabajo»), pasear a mascotas, ir al supermercado a comprar (aunque recomiendan guardar el ticket de compra por si las autoridades lo solicitan durante el regreso a casa para justificar el estar en la calle). Si nos dicen hace apenas dos meses que íbamos a estar así, ni los más alarmistas hubieran acertado. La gente, literalmente está encerrada en casa, pegada al televisor o la radio, escuchando los últimos números del funesto «ranking» y siguiendo la propaganda política de sus partidos y grupos favoritos. Se ha cancelado todo tipo de actividad cultural y lúdica. Se han cerrado los establecimientos de hostelería. El sector turístico es de lejos el que se está llevando la peor parte en cuanto a solvencia. Y en cuanto a ritmo de trabajo, por supuesto es el sanitario, que escasea en personal y prácticamente no cuenta con recursos para esta situación. También se pone en tela de juicio a la sanidad privada, cuya actividad se invisibiliza en pos de promocionar la sanidad pública, que siempre ha gozado de más simpatía en este país, pese a que la vicepresidenta haya preferido la privada para tratar su infección. Y como también es habitual, cuando llegan donativos y refuerzos, estos son apreciados en mayor o menor medida según su procedencia. Si llega de empresarios de éxito o de multinacionales, se les enseña los dientes. Como si la cosa estuviese para despreciar recursos y ayuda para los ciudadanos.

Llegados a este punto, un servidor decidió hace días dejar de hacerse mala sangre viendo la sobrerreacción de la gente, tanto gobierno como ciudadanía. Así que simplemente me limito a hacer vida normal, lo que considero más sensato. Ni estoy participando en retos raros de Instagram, ni estoy grabando vídeos de lo que hago por casa, ni voy publicando etiquetas creyéndome que estoy salvando al mundo recluido entre cuatro paredes. Simplemente sigo con mi día a día, con las limitaciones que el estado me ha impuesto. La más molesta es la de no poder reunirme con gente, con diferencia. Pero ni siquiera presto atención a lo que mis vecinos hacen o dejan de hacer, que veo que es moda juzgar y denunciar lo que los demás hacen como si uno tuviese la razón absoluta de su parte. Nunca fui demasiado cotilla, la verdad. Lo que hago es trabajar mi jornada habitual y, ya en casa, desconectar con mis aficiones favoritas. Leo bastante, grabo podcasts para entretener a la gente con algo de literatura y ficción, ensamblo y pinto miniaturas, charlo con mis colegas e intercambio con ellos mi perspectiva sobre la situación (afortunadamente tengo amigos en muchas comunidades autónomas y siempre es interesante y entretenido hablar con ellos de cualquier tema), estudio diversas materias… ya me conocéis: aprendiz de todo maestro de nada. Por suerte, la tecnología es una liberación para muchos, en lugar de una prisión como para otros tantos.

Y por fin, saco a la palestra a los auténticos olvidados: los virólogos y toda la comunidad científica en general. Los pronósticos de la mayoría de estos expertos, son mucho más positivos que la visión que tiene el gobierno y la propia población sobre lo que es realmente el covid-19. La gente no ha caído, en que si este «ranking» que se va emitiendo cada día por la televisión, lo hubiésemos tenido el año pasado o incluso el anterior, con el más común de los coronavirus, el que nos visita cada año sin falta, la gripe, los confinamientos sin duda hubiesen empezado muchos años atrás. De hecho, de acuerdo a los informes de vigilancia de la gripe en España, en la temporada 2017/2018, la epidemia gripal duró nada más y nada menos que 13 semanas, contabilizando más de 800.000 casos de contagio (prácticamente el 1,79% de la población), más de 50.000 casos registrados de ingresos en centros médicos a causa de dicha enfermedad y más de 15.000 muertes diagnosticadas a la gripe.

Ahora, imaginad por un segundo que durante esos tres meses, día a día, se pone un cartel en todas las televisiones que se va actualizando con cada contagio, ingreso y muerte. Si se ha ordenado un confinamiento con un 0.13% de la población contagiada… imaginad la reacción de la población ante estos otros datos incómodos.

Pues esta simple reflexión y otras muchas más complejas y técnicas, siempre acompañadas de datos científicos, se pierden como lágrimas en la lluvia. La población se ha rendido. Pero es justamente el trabajo de estos auténticos héroes, los que están estudiando los efectos del virus a diversas escalas, los que están investigando la cura (los más optimistas opinan que a mediados/finales de verano, como mucho, habrá una vacuna definitiva) los que están aconsejando a todo tipo de organismos y directamente a la ciudadanía que no se dejen llevar por el pánico que los maestros del terror han infundido con el fin de que la población los vea a ellos como los únicos héroes y salvadores de una crisis que ellos mismos han inventado, lo que me ha llevado a escribir estas líneas, sobre todo por desahogo personal. Aquí no hay buenos ni malos. No hay plan. Simplemente hay gente que no ha hecho bien las cosas. Gente de todos los estractos y clases sociales, que no ha actuado con civismo ni medida. Y el precio es el confinamiento y nuestra dosis de miedo diaria a través de la ventanita que son los medios de comunicación.

Por suerte, los auténticos expertos nos recuerdan, a los que todavía hacemos uso de la razón y no nos dejamos arrastrar por movimientos oportunistas de todo tipo, que para considerar algo «extraordinario», primero hay que compararlo con lo «ordinario». Y simplemente con este axioma, todo el pánico desaparece y las medidas de los gobiernos (de la mayoría, no sólo las de España) lucen a todas formas excesivas. Pero no os equivoquéis. Yo no creo en un «plan» por parte de los gobiernos para confinar a la gente. Yo creo en la incapacidad y la ineptitud de la clase gobernante para hacer las cosas bien, principalmente por el perfil de la gente que ocupa los cargos con más responsabilidad y por su negativa a dejarse aconsejar por auténticos expertos en las problemáticas que nos afectan a todos.

Hasta hace un par de semanas, sólo una única voz ilustre parecía mantenerse a flote capeando el temporal de caos y terror: el doctor en medicina alemán Wolfgang Wodarg, que además de ser internista y neumólogo, es especialista en higiene y en medicina ambiental, así como en salud pública y medicina social. Además de su larga carrera profesional, de más de medio siglo y que podría llenar una entrada entera de este humilde blog, lo interesante es que desde 2011, el doctor Wodarg trabaja como profesor universitario independiente, médico y científico de la salud. Con su experiencia y una única pregunta, este ilustre epidemiólogo empieza a resquebrajar el miedo de la gente. La pregunta es: ¿cómo podemos hablar de un virus más mortífero y contagioso que la gripe si el año pasado llevábamos más casos y más muertes debido a la gripe estacional?

Lo más triste es que muchos medios, principalmente periódicos alineados con todo tipo de espectros políticos, han hecho lo posible por desacreditar e incluso invisibilizar a este autor. Pero por fortuna, hoy son docenas ya de expertos que comparten este esfuerzo por informar científicamente a la gente. De hecho, existe un portal web donde se puede seguir libremente y con actualizaciones diarias el progreso de la investigación y el seguimiento del covid-19 por todo el mundo. Os lo dejo por si queréis echar un vistazo.

A Swiss Doctor on Covid-19

Tenéis la versión traducida aquí por si os es más cómodo leer en castellano.

Un médico suizo analiza la información que circula sobre el Covid-19

En esta página podéis descubrir por vosotros, sin que nadie os mastique ni os sesgue la información, las causas de los diferentes niveles de amenaza que el virus ha representado y representa en distintos países. Por ejemplo, hay un diagnóstico claro de las causas por las que en Italia ha sido tan demoledor su efecto. También se puede ver cómo han tratado con eficiencia el contagio países como Corea del Sud. Toda una panacea contra lo que los epidemiólogos y virólogos ya denominan el «acoso científico-mediático«. Tenéis varios ejemplos en este breve artículo: On Corona, the Media, and Propaganda

A día de hoy, uno tiene muy fácil acceder a la auténtica información, pues la mayoría tenemos en el bolsillo una cámara de alta definició conectada a Internet, lo cual permite informar y ser informado con una inmediatez pasmosa. Así que os dejo también algunas fuentes interesantes por si queréis ahondar de verdad en la problemática del covid-19, siempre desde un punto de vista médico y no socio-político, que eso no se podrá analizar como dios manda hasta que las cosas se calmen en unas semanas. Será muy interesante analizar cómo el miedo al caos ha engendrado el propio caos. Pero por ahora, las fuentes que me parecen más interesantes las encontraréis citadas en el primer artículo que he citado. Recomiendo especialmente el segundo.

(1) Zhuang et al., Potential false-positive rate among the ‚asymptomatic infected individuals‘ in close contacts of COVID-19 patients, Chinese Medical Association Publishing House, March 2020.

(2) Grasselli et al., Critical Care Utilization for the COVID-19 Outbreak in Lombardy, JAMA, March 2020.

(3) WHO, Report of the WHO-China Joint Mission on Coronavirus Disease 2019, February 2020.

Entre todo el aluvión de datos tranquilizadores, os dejo uno de los más significativos. En realidad, sólo ha habido 3 casos en toda España de menores de 65 años que han muerto a causa del covid-19. Y en sitios como en Italia, donde el virus ha hecho estragos, la media de muertes con diagnóstico de covid-19 supera los 81 años. Así que como veis, el virus no es ni de lejos lo que la mayoría (salvo los auténticos expertos en la materia) afirma que es.

Y así, con más o menos torpeza por mi parte, pues soy doctor en otros menesteres, aunque trato de mantenerme informado sobre las cosas, podría alargar esta columna de opinión hasta el infinito. Pero creo que es suficiente dosis de realidad por hoy. Si habéis llegado hasta aquí, mi consejo es el siguiente, si tenéis a bien de aceptarlo: no sigáis lo que los medios de comunicación estatales llaman «actualidad». Usad la cabeza y navegad un poco por la red de redes. Hay mucha información con fuentes fiables, incluso traducida al castellano por si tenéis problemas con la lengua de Shakespeare. No dejéis que la manipulación tramposa de la verdad por parte de los medios de comunicación de la mentira vuelva grises vuestros días.

Por último, muchos ánimos a los que estéis confinados. No luchéis contra ello, no merece la pena todavía. Simplemente aguantad y tratad de no volveros locos Seguid dedicándoos a lo que os apasiona dentro de lo posible y haced tiempo mientras pasa la marea. Porque pasará, eso es inevitable, tan inevitable como nuestra propia existencia y multiplicación.

Eso sí, seguid tomando medidas contra la pandemia. Ahora ya sabéis de qué pandemia hablo. Tal vez en la próxima ocasión que nos veamos en una tesitura similar, seremos más sabios y ni los medios irresponsables ni los políticos oportunistas lograrán hacernos descarrilar.

Hasta la próxima, mis lectores.

Deja un comentario